Normalmente se teme al
futuro, al porvenir, porque se le ve lleno de incertidumbre. El día de mañana, la semana que viene, el año que
viene y los años que vienen no me
permiten saber con seguridad lo que va a suceder, aunque lo desee con todas
mis fuerzas.
Es tan frecuente programar
hoy una actividad, por ejemplo, mañana iré a
ver una película de cine, que me gusta, pero al día siguiente en el camino me encuentro con un amigo, que hace
muchos años que no veo y nos vamos a tomar un refresco y a hablar y la película
queda aplazada.
Y del mismo modo con
tantas cosas de la vida ocurre lo mismo. Nosotros mismos proyectamos
actividades, que luego no realizamos y
las causas pueden ser múltiples y variadas. Estas causas pueden depender de
nosotros o de otros, o de muchos otros, o del clima, o del gobierno o de las
enfermedades o de la empresa o de tantas cosas distintas o de algo que llamamos
azar, que es eso que nos ocurre, pero
no sabemos por qué.
Suceden también no tan
frecuentemente acontecimientos extraordinarios en la vida de los hombres que afectan
a grandísimo número de personas, a los que llamamos: catástrofes ambientales,
guerras, crisis económicas, enfermedades contagiosas de gran escala o
pandemias, que nos crean malestar, inquietud, miedo y un gran cambio de la
forma de vivir.
Durante toda la
historia de la humanidad el hombre ha querido saber y dejar de estar inseguro,
inquieto, angustiado o paralizado por el miedo en su propia vida y en la vida
de su comunidad. Nos preguntamos ¿para qué quiere saber el hombre?. En primer término, para vivir seguro, para abandonar
el miedo, pues todo lo que ocurre a su alrededor tiene un alto grado de
inseguridad, que le produce malestar, ya esté en el campo o en una gran ciudad.
Y para tener seguridad en la vida tiene necesariamente, quiera o no, que
pensar.
Para pensar el hombre
comienza haciéndose una serie de
preguntas: ¿qué es esto, que veo?, ¿cómo es?, ¿cómo se comporta?, ¿por qué
existe?, ¿se comporta siempre así?, ¿qué
es lo que ocurre ahora?...
Buscando la seguridad
en su vida tiene que poner en acción una actividad de la mente, que es el pensar. Así nació la
filosofía y las ciencias en la Grecia clásica, o sea, buscando la seguridad para vivir, que obliga a tener que pensar para obtener conocimiento exacto y cierto de las cosas, de los hombres, de
los acontecimientos y con esto poder hacer una vida más tranquila, más segura, o
saber también qué hacer ante varias posibilidades, o saber a qué atenerse ante
el futuro, o saber con una mayor certeza que conducta seguir.
Estamos viviendo ahora
en 2020 en casi todos los países un hecho extraordinario y catastrófico, una
pandemia, en concreto es un contagio por vías respiratorias transmitido por un virus poco conocido, llamado coronavirus,
que produce sobre todo dificultades respiratorias. Comenzó la transmisión en China y ha llegado
a todos los lugares del mundo produciendo más de un millón de muertos y sigue
la enfermedad activa después de casi un año de duración.
Ante tal hecho la
población siente miedo a contagiarse. No hay por el momento un remedio
totalmente eficaz y no existía con anterioridad vacuna de la enfermedad, por lo
cual se ha tenido que buscar, pensar,
o crear deprisa y corriendo una vacuna contra la infección por coronavirus. Ha surgido como consecuencia de
esta pandemia una nueva forma de vivir, que trata de evitar el contagio, así la
gente tiene que recluirse en casa, llevar mascarilla por la calle, evitar el
contacto entre personas y las aglomeraciones. Se ha modificado en parte la
forma de trabajar, se trabaja desde casa, a distancia, de forma digital o en
red, con conexión a internet. Se cierran además comercios, restaurantes,
hoteles. Muchas personas han perdido el trabajo y otros muchos la vida. Han
cambiado muchas cosas de la vida que teníamos y han aparecido otras nuevas, que
no conocemos a las que no estamos preparados y que nos producen miedo,
malestar, inquietud.
El miedo al futuro,
ahora para nosotros el miedo a contagiarnos, no debe llegar a paralizarnos, a estar indecisos, a impedir que sigamos viviendo tranquilos, aunque sea
con algunas restricciones.
Dar muchas vueltas al
problema sobre qué va a ocurrir en el futuro con nuestro trabajo, nuestra familia,
nuestra economía lleva a estresarse más,
porque lo acompañamos con la inquietud, pues sabemos que podemos hacer muy
poco, controlar por nosotros mismos muy pocas cosas ante el gran y desbordante problema
de esta pandemia.
Los psicólogos han
advertido que la incertidumbre juega un
papel multiplicador de la ansiedad, cuando no podemos controlar nuestro
comportamiento ante un gran problema que sobrepasa nuestras fuerzas hay que dejarlo correr, hay que relativizar.
Si añadimos a esta
situación estresante su larga duración, que provoca que muchos pierdan su trabajo, su empresa, su forma de vivir,
no podemos dejar que se nos arrebate además la esperanza, nuestra esperanza.
Con lo cual se hace
necesario adoptar algunas estrategias que alivien la incertidumbre y la
ansiedad como:
-tener presente nuestros
límites, despreocuparse ante todo lo que no
podemos controlar o cambiar.
-afrontar nuestros
planes concretos sin derrotismos
-vivir el presente sin mayores agobios, pues no podemos vivir en el pasado y menos en el futuro.
-pensar en lo que se puede hacer hoy en concreto, aunque sean pequeñas cosas.
-aunque se esté mal, no
ceder al victimismo
-apoyarse en los
verdaderos amigos