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martes, 19 de mayo de 2020

El sentido de la vida

Es un hecho fácilmente constatable que las personas en todo tiempo y lugar quieren conocer el sentido de la vida, de su vida, necesitan inevitablemente orientarse hacia algo y  consecuentemente se hacen preguntas como: ¿qué hago con mi vida?, ¿Qué camino seguiré en la vida?, ¿Cuál es el sentido o dirección de mi vida?, ¿Qué camino he recorrido hasta ahora?, ¿Para qué estoy aquí?, ¿Qué misión tengo?,  ¿Por qué vivo?, ¿Para qué vivo? y se hacen todavía muchas preguntas más, especialmente sobre las cosas y los hombres, sobre sí mismo y también sobre Dios.

Una pregunta no se plantea en principio sino es, cuando le falta una respuesta para ella. La gran mayoría de personas no se preguntan por el sentido de la vida, sino cuando sienten la necesidad de cambiarla. Las personas buscan encontrar sus propias respuestas a sus preguntas. Se interrogan por la vida en su conjunto y se dicen a sí mismos: ¿de qué trata la vida?, lo cual implica una búsqueda y una respuesta general o se preguntan también: ¿qué vine a hacer a este mundo?, ¿Qué quiero ser? lo cual supone una respuesta individual o personal. Se necesitan comprender y obtener ambas respuestas.

El sentido de la vida se presenta en dos niveles o ámbitos: el sentido del momento y el sentido último. El profesor Alfonso López Quintás alude a que hay que hacerse una pregunta decisiva:

¿Qué es el sentido? ¿Qué quiere decir exactamente que una, vida humana tiene sentido?. Básicamente tener sentido es estar bien orientado. Tiene sentido tomar un avión que nos lleva a la ciudad que deseamos visitar. Es insensato subir a un avión que va en dirección distinta sencillamente porque nos gusta más su diseño. Esta elección estaría mal orientada, carecería de sentido sería insensata. Pero, ¿cuándo podemos afirmar que nuestra vida está bien orientada. Cabe contestar de esta forma sencilla y profunda: cuando la dirigimos a su verdadero ideal. La cuestión del sentido -y con ella la de la felicidad, la paz y el amparo interiores - depende de la cuestión de cómo encontrar el verdadero ideal.

El logoterapeuta Joseph B Fabry en su libro Señales del camino hacia el sentido (2009) expone con gran clarividencia que:

Cuando busca el sentido último, el individuo está consciente --aún cuando sea en forma un tanto confusa-- de que hay un orden en el universo, y de que él es parte de ese orden. Si es una persona religiosa, percibirá ese orden como algo divino. Si es un humanista, lo ubicará en términos de las leyes de la naturaleza y de la ética. Si es un científico, encontrará el orden en las leyes de la física, química, astronomía y evolución. Un artista podrá visualizarlo en la armonía. Una mente ecológica, lo contempla en el balance de un ecosistema. El sentido último, el sentido de la vida, es inaccesible para uno. Es como el horizonte; se intenta llegar a él, pero nunca se alcanza. A pesar de ello, para convertirse en alguien que dice sí (a la vida) tiene que tratar de alcanzar el sentido último, aún: cuando nunca lo logre. En realidad, si alguien pudiera hacerlo y decir con plena convicción: "ya conozco (el sentido) de la vida” estaría espiritualmente muerto, porque no le quedaría nada por qué luchar. El sentido último es una cuestión de fe, de aceptación, de experiencia personal. Se puede vivir con el sentimiento de ser parte del entramado de la vida, o como si ésta fuera algo caótico y uno se sintiera víctima de sus caprichos.

El hecho cierto es que, si nuestra vida está llena de sentido, se tiene más energía para vivir, más tenacidad para resistir, más constancia para ser fieles, mejor ánimo y mayor esperanza para no sucumbir ante situaciones límite. Es el “sentido de la vida” un tema clásico en la historia de la filosofía. La pregunta por el “sentido de la vida” tiene su respuesta en la “vida humana” y ahonda sus raíces en la vida cotidiana. Joseph B Fabry ha añadido que:

Pudiera producir desaliento leer que la vida tiene sentido, pero que éste nunca podrá alcanzarse. Por fortuna hay un segundo nivel de sentido que se puede lograr y en realidad, deberá ser para orientarse en verdad hacia una existencia plena. Eso es lo que Frankl llama el "sentido del momento". 

También ha descrito Joseph B Fabry la relación existente entre “el sentido último” de la vida y “el sentido del momento” y dice al respecto:

Existe una relación entre el sentido último y el sentido del momento. Si se tiene conciencia del sentido último, ya sea en un contexto religioso o laico, uno será capaz de dar respuesta significativa a las oportunidades del momento, porque cuenta con una brújula interna que lo orienta hacia el sentido. Si usted no tiene esta conciencia, reaccionará al sentido del momento del modo que pueda, pero a lo largo de su vida se irá orientando hacia una plena comprensión del sentido último.

El recorrido para Fabry va del “sentido último” al “sentido del momento” a la circunstancia concreta. Puede suceder también el recorrido contrario pasar o abrirse del “sentido del momento” al “sentido último”. En cualquier caso, este paso o trasiego de sentido es un proceso consciente, está presidido por la conciencia personal, no se hace a la ligera pues implica el esfuerzo, el compromiso y la entrega de toda la persona.

Nuestro gran filósofo José Ortega y Gasset ha indicado que:

La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. 

Ortega hace un profundo análisis de la “vida humana” e indica en su obra El hombre y la gente que:

La vida es intransferible. Nadie puede sustituirme en esta faena de decidir mi propio hacer y ello incluye mi propio padecer, pues el sufrimiento que de fuera me viene tengo que aceptarlo. Mi vida es, pues, constante e ineludible responsabilidad ante mí mismo. Es menester que lo que hago -por tanto, lo que pienso, siento, quiero- tenga sentido y buen sentido para mí.

En efecto, al estar una persona viviendo, en una concreta y determinada circunstancia y tener que seguir viviendo se hace ineludible hacer algo, ya sea alimentarse, vestirse, trabajar, pasear o divertirse… Son estas algunas de las actividades concretas y frecuentes de la vida que es necesario decidir hacer y elegir una entre varias. Cualquiera de estas acciones exige como dirá Ortega el tener que realizar al menos dos operaciones: la primera plantearse el problema y resolver la pregunta sobre quién soy yo y la segunda operación averiguar qué es o cuál es la circunstancia en la que me encuentro ahora. Otra actividad simultánea a estas dos  exige decidir o hacer elecciones porque según nuestro filósofo:

El hombre, cada hombre tiene que decidir en cada instante lo que va hacer, lo que va a ser en el siguiente. Esta decisión es intransferible: nadie puede sustituirme en la faena de decidirme, de decidir mi vida […] el hombre no puede dar un solo paso sin anticipar, con más o menos claridad, todo su porvenir, lo que va a ser; lo que ha decidido ser en toda su vida.

La más importante actividad, la más importante aventura que se presenta en la vida es encontrarle sentido o significación. La vida es un viaje, una aventura, un proceso que tiene fin y finalidad o sentido, tiene meta y significación. La vida tiene sentido y tiene también dirección y corresponde a cada uno encontrar ese sentido. Nadie nace con “el sentido de la vida” adquirido, sino que es un asunto que cada uno tiene que encontrar. La persona es un ser en el mundo, que busca su sentido, orientación y dirección, aunque no sea siempre fácil o nada fácil. Y a cada uno corresponde descubrir su propia verdad, su propia misión. No se puede otorgar un sentido a la vida de otro sin su aceptación consciente. Conocer el propósito, conocer el objetivo, conocer el sentido de la propia vida, que es personal e intransferible, no es tampoco tarea liviana, pero es no sólo necesario sino imprescindible conocerlo.

En la tarea de buscar el sentido a la propia vida  López Quintás incide en el trabajo de su fundamentación:

Para fundamentar debidamente la búsqueda del sentido, hemos de conocer bien el camino que nos lleva al ideal auténtico. Es éste el hallazgo decisivo de nuestra vida. Porque el ideal no es una mera idea. Es una idea propulsora, que dinamiza nuestra existencia y, si es un ideal auténtico, la colma de sentido y la hace feliz. Nada más importante que descubrir el verdadero ideal de la vida y optar por él. El ideal auténtico se descubre cuando vivimos a fondo un verdadero encuentro. Hoy nos dice, la Biología más cualificada que los seres humanos somos "seres de encuentro”, vivimos plenamente como personas, nos desarrollamos y maduramos como tales creando modos diversos de encuentro.

Bibliografía

Alfonso López Quintás. “El ideal de unidad y el sentido de la vida para asimilar a fondo la logoterapia de Viktor Frankl”. En Mª Ángeles Noblejas y alt  Eds). La búsqueda de sentido en el siglo XXI. Ed. Asociación Española de Logoterapia. Madrid. 2006.

Joseph B Fabry.  Señales del camino hacia el sentido. Ediciones LAG. México, DF. 2009.

Julián Marías. La felicidad humana. Alianza Editorial. Madrid. 1987.

José Ortega y Gasset. El hombre y la gente. Ed. Revista de Occidente. Madrid.1970. 6ª Edición.