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jueves, 21 de noviembre de 2019

Cultivar la amistad contra la soledad

El cultivar las amistades, cuidarlas, darles su importancia y su tiempo evita que nos convirtamos en seres solitarios, aislados y en viejos extraños.


Esto es lo que aconseja Elisabeth Lukas, doctora en filosofía, psicóloga clínica y psicoterapeuta austriaca en su libro Paz vital, plenitud y placer de vivir. (E. Paidós. 2001).

Sus explicaciones a tal hecho no tienen desperdicio. Veamos escuetamente algunas:

    -La palabra “cultivo” sugiere la idea de cierta regularidad en los contactos amistosos.

   -No obstante, resulta profundamente necesario alternar las horas de compañía con horas de soledad.

   -Ninguna amistad soporta que uno se pegue al otro como una lapa o quiera ejercer una influencia dictatorial.

   -Cada vez que nos inmiscuimos y aferramos con uñas y dientes al amigo intentando influir en sus asuntos lo ahuyentamos de la forma más rápida.

   -La amistad verdadera no participa de nada parecido.

  -La amistad verdadera da mutua libertad para la propia evolución, respeta los distintos pareceres sin criticarlos, desprende calor y afecto sin pedir nada a cambio y se renueva en cada reencuentro que sucede a una despedida.

   -En la amistad verdadera, despedirse, reencontrarse, dar libertad y estar al lado del otro forman unas mareas donde se mueven las olas de los valores de vivencias sociales.

   -Esto significa, que las personas que entablan amistades tienen que poder estar bien con ellas mismas a solas y que la soledad debe entremezclarse con la vida en común.

  -Por tanto, las múltiples formas imperante del miedo a la soledad no tienen por qué conducir a un abocamiento hacia la vida en común que desemboque en una conquista de amigos y los ahuyente.

Excelentes explicaciones que hay que aplicar a la vida diaria.