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viernes, 26 de abril de 2019

No huir de nosotros mismos

Los hombres tienen la inclinación de huir de ellos mismos, porque contemplar su intimidad les desagrada. Emplean la hipocresía y la máscara para engañarse a sí mismos y a los demás.

Rara vez se dicen a sí mismos con sinceridad los motivos de sus acciones.
Como consecuencia no se conocen, no conocen ese resorte o fuerte propensión que es su carácter. El carácter es la pasión dominante y hace que se resientan todas las otras pasiones. El carácter se mezcla en todos los actos de la vida.

Los filósofos griegos insistían en la necesidad de la regla “conócete a tí mismo”. Un gran observador de la conducta de los personas el filósofo Jaime Balmes en su libro El criterio nos aconseja: “Debiéramos tener continuamente la vista fija sobre nuestro corazón para conocer sus inclinaciones, penetrar sus secretos, refrenar sus ímpetus, corregir sus vicios, evitar sus extravíos, debiéramos vivir con esa vida íntima en que el hombre se da cuenta de sus pensamientos y afectos, y no se pone en relación con los objetos exteriores, sino después de haber consultado su razón y dado a su voluntad la dirección conveniente. Mas esto no se hace; el hombre se abalanza, se pega a los objetos que le incitan, viviendo tan sólo con esa vida exterior que no le deja tiempo para pensar en sí mismo.”

Aunque lleváramos una vida totalmente exterior jamás podríamos anular la vida interior, aunque queramos no podemos escapar de nosotros, no podemos hacer desaparecer nuestro yo más íntimo.

Nunca será poco el tiempo dedicado a mirarse interiormente, Jaime Balmes nos sigue aconsejando: “Jamás el hombre medita demasiado sobre los secretos de su corazón; jamás despliega demasiada vigilancia para guardar las mil puertas a los innumerables peligros con que él se combate a sí propio”.


Necesidad de trabajo, de lucha continúa



Necesidad de trabajo, de lucha continúa

El hombre tiene que hacer para ser. Si uno no hace una actividad, realiza
un trabajo es infeliz, se paraliza y no crece ni se construye como persona.

Para desarrollar todas sus potencialidades la persona tiene necesariamente 
que ejercitarlas, trabajarlas, lo cual requiere esfuerzo y sacrificio.

En lo intelectual como en lo físico, el órgano que no está en actividad se
adormece, se debilita, pierde vida.

Los grandes deportistas, artistas, empresarios, profesionales han llegado a
la cima después de mucho trabajo y esfuerzo.

La mayor parte de las personas son demasiado perezosas. La inspiración
no baja sobre el perezoso, la inspiración no existe cuando no hierven en el
espíritu ideas y sentimientos. Decía Miguel de Unamuno: “La esencia del
hombre es la pereza, y, con ella, el horror a la responsabilidad”.

Los hombres dicen los filósofos son seres limitados, finitos, indigentes, 
no lo pueden todo pero habría que añadir que sí pueden muchas cosas.

 Cuando era niño mi madre me recordaba constantemente con ganas 
la norma de conducta que ella aprendió en el catecismo: “Contra pereza,
 diligencia”. Ella siempre se regía por esa regla.

La psicología actual ha confirmado que la mejor cura contra el desaliento, 
contra la desmoralización, contra la frustración consiste en duplicar o 
triplicar nuestros esfuerzos.

Debemos estudiar con interés, aprender con ganas, esforzarnos cada día, 
realizar sacrificios para conseguir nuestras metas.

Se observa frecuentemente a personas que desean el salario, pero no el
trabajo que ello implica. Desengañémonos el salario es consecuencia 
y fruto de trabajo, de pasión y de objetivo.

Hay que levantarse temprano, trabajar seriamente todo el día e irse a
descansar siguiendo pensando en el objetivo.

Y si a pesar de todo nos llegan malos tiempos, las cosas se ponen feas,
y nos visita con dolor el fracaso y nos sobreviene una gran desilusión, 
entonces hay que descansar si nos urge, pero no rendirse. Después debe 
uno seguir intentándolo de nuevo.

 Hay que hacer algo. No hacer nada sería peor, no hay que permanecer 
quieto viendo cómo tus sueños se desmoronan a tu alrededor.

Piensa primero, después actúa y solucionarás todos tus problemas

El poder de la mente es extraordinario y muy efectivo. La primera tarea para solucionar cualquier problema personal, laboral, social, de todo tipo es pensar.
 
El pensamiento tendrá que activarse en relación al asunto que nos preocupa. Pensar bien y sin errores se hará necesario, pero deberemos proveernos de técnicas eficaces y además aplicarlas.

Hay que resolver cada problema cuando se tropieza uno con él y no hay que aplazar las decisiones. El aplazar las cosas y no enfrentarse a los problemas los agrava. Los problemas son oportunidades sin resolver. Si se piensa primero en el problema, la solución estará medio hecha.

Pensamos para obtener conocimiento pero el conocimiento ha de ser cierto y exacto. El conocimiento se puede obtener en cualquier parte y en todas las  partes, en los libros, en las cosas, de las personas, de la historia, de los sucesos, de la observación. El conocimiento va precedido de la información y se enriquece con el análisis y la experiencia.
 
El pensamiento tiene tanta fuerza que hay autores que afirman que uno acaba siendo lo que piensa. Los cambios de pensamiento cambian los resultados. Para que el pensamiento en las personas progrese se debe evitar que los “muros mentales” las bloqueen. 

Estos muros son los miedos, las inhibiciones, las fobias que nos paralizan y no nos permiten progresar. Una vez que hemos pensado sobre la mejor solución del problema, debemos tomar la decisión de llevarla a cabo, de realizarla sin vacilar.
 
 Las decisiones que no llegan a convertirse en acción, son de poco valor o quizá inútiles.

Los pensamientos se albergan en la mente de cada uno. Las verdaderas riquezas de la vida se esconden en el corazón y en la mente del hombre.