Las etapas por las que pasan las personas en la vida son como ya sabemos: la niñez, la juventud, la madurez y la vejez. Cada etapa de la vida tiene sus características propias. Estas características son comunes o generales, pero vividas de una manera específica e individual por cada persona. Cada etapa debe de servir de preparación para la siguiente, pues es el mismo ser humano el que recorre un camino de desarrollo en estas etapas.
Todas las etapas se parecen en su articulación interna,
esta articulación interna consiste en que la persona debe arriesgarse,
comprometerse, salir, abrirse a un nuevo tipo de posibilidades y conseguirlas,
para ampliar su propio ámbito de vida y lograr con ello una nueva y mayor forma
de estabilidad.
La vida no es una mera yuxtaposición de partes o etapas,
sino un todo que está presente en cada uno de los puntos de toda la
trayectoria.
La persona puede y debe dar sentido a su vida, elegirla
y evitar una vida mezquina, que es aquella que no busca comprometidamente metas
y valores.
La niñez
En la niñez el ser humano está en desarrollo y esta etapa
abarca las fases comprendidas entre el nacimiento y la adolescencia o pubertad.
Se extiende de 0 a 18 años.
El niño vive y crece en lo biológico constantemente.
Va adquiriendo también experiencias personales diversas sin parar, va
enfrentándose a situaciones diferentes de la vida: familiares, escolares, de
ocio, de relación con amigos y las va encajando y resolviendo en la medida de
sus posibilidades.
Una vez conseguido cierto dominio y amparo en el hogar, el
niño debe salir a la escuela. Se abre un nuevo ámbito y allí realiza nuevos
aprendizajes en un entorno diferente, también comienza el niño a formarse un
círculo de amigos. Todo ello no exento de dificultades y sufrimientos.
Va descubriendo el mundo de las relaciones con otras
personas, va teniendo experiencia propia de que existen otras personas
diferentes a él mismo, como son los hermanos en el hogar y los compañeros en la
escuela.
Cuando juega el niño lo hace con toda intensidad, con todas
sus fuerzas.
En la niñez experimenta el niño tempranas experiencias de
sueño y vigilia, de hambre y comida, de dolor y bienestar, de miedo y
protección, de juego con los juguetes y con los diversos objetos.
El niño en esta etapa no solamente es “feliz”, sino que
también experimenta sufrimiento, inocencia, culpa. Pasa por la crisis de la
pubertad para llegar a la etapa juvenil. En la pubertad o adolescencia es
cuando más cambios se producen en el interior de la persona. La adolescencia se
desarrolla entre los 12 y los 18 años. Es una crisis importante. Se busca
afirmar su independencia del hogar, se forma uniones extrafamiliares como la
“pandilla” o grupo de amigos.
La juventud
Es la etapa que abarca desde la adolescencia a la madurez,
la persona se encuentra y recorre el paso del tiempo por lo general entre los
18 hasta los 25 años.
La juventud se encuentra en esta etapa más tranquila en
relación con lo que habían sentido y experimentado en la adolescencia.
Es el mejor tiempo para aprender. El pensamiento se va
haciendo más riguroso, se va frenando la fantasía de épocas anteriores. Se
enfrentan ahora a la realidad viéndola más como es y con menor influencia
emocional.
Su personalidad va adquiriendo el sentido de lo que es justo
y lo que es injusto, lo que es importante y lo que es urgente. Se va sintiendo
más fuerte y dominador con los problemas de la vida, va aumentando su autonomía
y muestra rechazo cuando se le imponen las cosas sin darle razones.
La vida les va enseñando que el éxito acompaña a
quien sabe abrirse a nuevos ámbitos de vida y unirlos con los ya
adquiridos.
Los jóvenes comienzan en esta etapa a pensar en el futuro y
a qué profesión dedicarse. Empiezan también a descubrir el amor y la pareja.
Se debe cultivar desde joven el autodominio, el
orden, la atención a los demás.
Van adquiriendo los jóvenes a la vez mayor responsabilidad
de sus actos, son cada vez más conscientes de lo que dicen y hacen.
En esta etapa como en todas los jóvenes están llamados a crear
modos de encuentro que ensanchen su ámbito vital.
La madurez
Es la etapa en que se adquiere el pleno desarrollo físico e
intelectual de la persona. Abarca por lo general de los 25 a los 60 años.
Se alcanza la plenitud biológica y fisiológica de la
persona, así como la estabilidad emocional y psicológica, se logra un
incremento de la responsabilidad y la autonomía. No sin
dificultades o retrocesos.
La personalidad del individuo se expresa ya como es,
en su totalidad en esta etapa, se da también una mayor capacidad para tomar
unas decisiones más responsables. Se buscan relaciones interpersonales más
estables. El desarrollo del propio modo de ser va tomando altura y sólo este desarrollo tiene sentido, verdad y bien.
Es la fase de la vida a la que llamamos mayoría de edad. La persona se ocupa de exigencias inmediatas. Su independencia del entorno es mayor. Va aprendiendo de su propia experiencia más intensamente. Se siente comprometido y trabaja por cumplir con las exigencias de la familia, la profesión, la sociedad. La mirada se hace más aguda y el corazón se confía menos. También experimenta cierta desilusión de la vida en general.
Asume con mayor fuerza las obligaciones propias del amor, la profesión elegida, la amistad.
La vida se hace más densa, seria, preciosa, luminosa. Es la fase más propensa a olvidarse de la muerte.
La vejez
Es la última etapa del desarrollo humano. Se le llama
también ancianidad o tercera edad. Se da a partir de los 60 años hasta el final
de la vida. Es nuevo ámbito que se abre. Esta etapa se caracteriza por el
deterioro, pérdida o disminución progresiva de las capacidades físicas y
cognitivas de las personas. La persona va debilitándose poco a poco. El anciano
no debe crisparse sobre sí mismo. También es el periodo de la vida del hombre sabio.
El anciano trae a su mente con frecuencia la vida pasada,
los años vividos, sus experiencias mejores, son los recuerdos. Unos lo
hacen con mayor intensidad que otros, pero no se debe vivir sólo de recuerdos.
Existen personas mayores que no quieren hacerse “viejas” de
un modo radical, las consecuencias de ello son penosas.
Por el contrario, existe la posibilidad que el anciano se
rinde ante su envejecimiento y se aferre a lo negativo de la propia vejez
como es: no preocuparse más que de comer y beber, la cuenta del banco que
aumente, estar en un sillón cómodo. También se da que el anciano quiere hacerse
valer a los ojos de los demás, tiranizando a los que se encuentran
alrededor, para sentir que es alguien.
Otros ancianos sienten envidia ante los jóvenes,
desprecian todo lo nuevo, se alegran de los fallos de la sociedad actual.
La superación de todas estas actitudes se logra con buen
ánimo, autoestima, serenidad, afirmación de la vida que se ha vivido, de la
obra que se ha llevado a cabo. Hay que aceptar con serenidad el envejecimiento,
el acabarse todo, sin quitarle la importancia que tiene.
Hay pensadores que consideran la vejez no como pérdida de
todas las fuerzas, como mero desmoronamiento de la vida sino más bien como
“culminación” de la vida, porque sirve o puede servir como preparación a la
muerte.
De los siete miedos básicos que tienen las personas en la
vida, el miedo a la muerte es el padre de todos los otros. Es un miedo
universal y es de muy difícil eliminación. Se teme aquello que no entendemos.
La muerte es un hecho ineludible, no tenemos escapatoria. No hay que temer la
muerte, puesto que es inevitable. En un momento u otro llegará. El miedo a la
muerte puede frenarse o eliminarse antes de que aparezca.
No hay que rehuir el asumir la propia muerte, que debe ser
realizada con pleno sentido. En la preparación de la muerte se da la
posibilidad de considerar una apertura a la eternidad.
Para el anciano creyente el núcleo de su vida no puede ser
otro que la oración en cualquier forma y manera.
La muerte no debe ser vista como algo negativo, como algo
ajeno a la vida o contrario a la vida, sino como el momento final o
acabamiento, la culminación, el momento decisivo del recorrido de una vida, dándole
su sentido definitivo.
Debe evitar el anciano sentir la senilidad como pura
liquidación del vivir. También la vejez es vida. El final actúa sobre toda la vida.