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jueves, 7 de julio de 2022

Las etapas de la vida (II)

Las etapas por las que pasan las personas en la vida son como ya sabemos: la niñez, la juventud, la madurez y la vejez. Cada etapa de la vida tiene sus características propias. Estas características son comunes o generales, pero vividas de una manera específica e individual por cada persona. Cada etapa debe de servir de preparación para la siguiente, pues es el mismo ser humano el que recorre un camino de desarrollo en estas etapas.

Todas las etapas se parecen en su articulación interna, esta articulación interna consiste en que la persona debe arriesgarse, comprometerse, salir, abrirse a un nuevo tipo de posibilidades y conseguirlas, para ampliar su propio ámbito de vida y lograr con ello una nueva y mayor forma de estabilidad.

La vida no es una mera yuxtaposición de partes o etapas, sino un todo que está presente en cada uno de los puntos de toda la trayectoria.

La persona puede y debe dar sentido a su vida, elegirla y evitar una vida mezquina, que es aquella que no busca comprometidamente metas y valores.

La niñez

En la niñez el ser humano está en desarrollo y esta etapa abarca las fases comprendidas entre el nacimiento y la adolescencia o pubertad. Se extiende de 0 a 18 años.

El niño vive y crece en lo biológico constantemente. Va adquiriendo también experiencias personales diversas sin parar, va enfrentándose a situaciones diferentes de la vida: familiares, escolares, de ocio, de relación con amigos y las va encajando y resolviendo en la medida de sus posibilidades.

Una vez conseguido cierto dominio y amparo en el hogar, el niño debe salir a la escuela. Se abre un nuevo ámbito y allí realiza nuevos aprendizajes en un entorno diferente, también comienza el niño a formarse un círculo de amigos. Todo ello no exento de dificultades y sufrimientos.

Va descubriendo el mundo de las relaciones con otras personas, va teniendo experiencia propia de que existen otras personas diferentes a él mismo, como son los hermanos en el hogar y los compañeros en la escuela.

Cuando juega el niño lo hace con toda intensidad, con todas sus fuerzas.

En la niñez experimenta el niño tempranas experiencias de sueño y vigilia, de hambre y comida, de dolor y bienestar, de miedo y protección, de juego con los juguetes y con los diversos objetos.

El niño en esta etapa no solamente es “feliz”, sino que también experimenta sufrimiento, inocencia, culpa. Pasa por la crisis de la pubertad para llegar a la etapa juvenil. En la pubertad o adolescencia es cuando más cambios se producen en el interior de la persona. La adolescencia se desarrolla entre los 12 y los 18 años. Es una crisis importante. Se busca afirmar su independencia del hogar, se forma uniones extrafamiliares como la “pandilla” o grupo de amigos.

La juventud

Es la etapa que abarca desde la adolescencia a la madurez, la persona se encuentra y recorre el paso del tiempo por lo general entre los 18 hasta los 25 años.

La juventud se encuentra en esta etapa más tranquila en relación con lo que habían sentido y experimentado en la adolescencia.

Es el mejor tiempo para aprender. El pensamiento se va haciendo más riguroso, se va frenando la fantasía de épocas anteriores. Se enfrentan ahora a la realidad viéndola más como es y con menor influencia emocional.

Su personalidad va adquiriendo el sentido de lo que es justo y lo que es injusto, lo que es importante y lo que es urgente. Se va sintiendo más fuerte y dominador con los problemas de la vida, va aumentando su autonomía y muestra rechazo cuando se le imponen las cosas sin darle razones.

La vida les va enseñando que el éxito acompaña a quien sabe abrirse a nuevos ámbitos de vida y unirlos con los ya adquiridos.

Los jóvenes comienzan en esta etapa a pensar en el futuro y a qué profesión dedicarse. Empiezan también a descubrir el amor y la pareja.

Se debe cultivar desde joven el autodominio, el orden, la atención a los demás.

Van adquiriendo los jóvenes a la vez mayor responsabilidad de sus actos, son cada vez más conscientes de lo que dicen y hacen.

En esta etapa como en todas los jóvenes están llamados a crear modos de encuentro que ensanchen su ámbito vital.

La madurez

Es la etapa en que se adquiere el pleno desarrollo físico e intelectual de la persona. Abarca por lo general de los 25 a los 60 años.

Se alcanza la plenitud biológica y fisiológica de la persona, así como la estabilidad emocional y psicológica, se logra un incremento de la responsabilidad y la autonomía. No sin dificultades o retrocesos.

La personalidad del individuo se expresa ya como es, en su totalidad en esta etapa, se da también una mayor capacidad para tomar unas decisiones más responsables. Se buscan relaciones interpersonales más estables. El desarrollo del propio modo de ser va tomando altura y sólo este desarrollo tiene sentido, verdad y bien.

Es la fase de la vida a la que llamamos mayoría de edad. La persona se ocupa de exigencias inmediatas. Su independencia del entorno es mayor. Va aprendiendo de su propia experiencia más intensamente. Se siente comprometido y trabaja por cumplir con las exigencias de la familia, la profesión, la sociedad. La mirada se hace más aguda y el corazón se confía menos. También experimenta cierta desilusión de la vida en general.

Asume con mayor fuerza las obligaciones propias del amor, la profesión elegida, la amistad.

La vida se hace más densa, seria, preciosa, luminosa. Es la fase más propensa a olvidarse de la muerte.

La vejez

Es la última etapa del desarrollo humano. Se le llama también ancianidad o tercera edad. Se da a partir de los 60 años hasta el final de la vida. Es nuevo ámbito que se abre. Esta etapa se caracteriza por el deterioro, pérdida o disminución progresiva de las capacidades físicas y cognitivas de las personas. La persona va debilitándose poco a poco. El anciano no debe crisparse sobre sí mismo. También es el periodo de la vida del hombre sabio.

El anciano trae a su mente con frecuencia la vida pasada, los años vividos, sus experiencias mejores, son los recuerdos. Unos lo hacen con mayor intensidad que otros, pero no se debe vivir sólo de recuerdos.

Existen personas mayores que no quieren hacerse “viejas” de un modo radical, las consecuencias de ello son penosas.

Por el contrario, existe la posibilidad que el anciano se rinde ante su envejecimiento y se aferre a lo negativo de la propia vejez como es: no preocuparse más que de comer y beber, la cuenta del banco que aumente, estar en un sillón cómodo. También se da que el anciano quiere hacerse valer a los ojos de los demás, tiranizando a los que se encuentran alrededor, para sentir que es alguien.

Otros ancianos sienten envidia ante los jóvenes, desprecian todo lo nuevo, se alegran de los fallos de la sociedad actual.

La superación de todas estas actitudes se logra con buen ánimo, autoestima, serenidad, afirmación de la vida que se ha vivido, de la obra que se ha llevado a cabo. Hay que aceptar con serenidad el envejecimiento, el acabarse todo, sin quitarle la importancia que tiene.

Hay pensadores que consideran la vejez no como pérdida de todas las fuerzas, como mero desmoronamiento de la vida sino más bien como “culminación” de la vida, porque sirve o puede servir como preparación a la muerte.

De los siete miedos básicos que tienen las personas en la vida, el miedo a la muerte es el padre de todos los otros. Es un miedo universal y es de muy difícil eliminación. Se teme aquello que no entendemos. La muerte es un hecho ineludible, no tenemos escapatoria. No hay que temer la muerte, puesto que es inevitable. En un momento u otro llegará. El miedo a la muerte puede frenarse o eliminarse antes de que aparezca.

No hay que rehuir el asumir la propia muerte, que debe ser realizada con pleno sentido. En la preparación de la muerte se da la posibilidad de considerar una apertura a la eternidad.

Para el anciano creyente el núcleo de su vida no puede ser otro que la oración en cualquier forma y manera.

La muerte no debe ser vista como algo negativo, como algo ajeno a la vida o contrario a la vida, sino como el momento final o acabamiento, la culminación, el momento decisivo del recorrido de una vida, dándole su sentido definitivo.

Debe evitar el anciano sentir la senilidad como pura liquidación del vivir. También la vejez es vida. El final actúa sobre toda la vida.

 

 

Las etapas de la vida

Las etapas de la vida de una persona son como se sabe: la niñez, la juventud, la madurez, la vejez. Son etapas, recorridos evolutivos o trayectorias vitales por las cuales transcurre la vida de toda persona.

No nos proponemos hacer una investigación psicológica, ni sociológica, ni pedagógica de estas etapas, sino más bien mostrar actitudes éticas, que todo ser humano debe necesariamente adoptar porque de lo contrario perjudica su desarrollo, se estanca o retrocede.

Todo hombre entendido como persona tiene la capacidad de poder dar a cada fase o etapa de su vida una realización de la tarea propia de la etapa en que se encuentre y darle también un estilo personal. Tener la capacidad de realizar una actividad no quiere decir que todos de hecho la realicen. Si no se realiza esta actividad el desarrollo personal queda estancado, deficitario, incompleto y las consecuencias de ello no se hacen esperar.

Cada etapa de la vida tiene su valor propio, tiene una significación peculiar y no depende su importancia de otra etapa que se considere modélica. Con lo cual no tiene más valor una etapa que otra. Así la etapa infantil no se puede considerar solo como una preparación de la etapa juvenil, ni la etapa juvenil como una preparación exclusivamente hacia la madurez.

Para muchos autores entre ellos Romano Guardini, cada momento de la vida está enriquecido por el conjunto de todos los momentos ya vividos: las obras realizadas, las metas perseguidas, el amor dispensado y recibido, los vínculos creados, los aprendizajes conseguidos. El ser humano, es el mismo, pero no lo mismo en todos los momentos de su vida. Es el mismo en el sentido activo de quien se halla realizando su vocación y su misión.

En la vida, la persona no está quieta e inmóvil todo el tiempo, sino que está activa, moviéndose, con tensión interior en cada instante, aunque tengamos periodos de baja tensión o de baja autoestima.  Esta actividad interior de la persona pasará por las etapas de niñez, juventud, madurez y vejez. En estas etapas las personas avanzan, crecen, evolucionan con su cuerpo y con su mente, con un movimiento continuo e intencionado hasta el final de la vida, aunque también pueden ocurrir estancamientos y retrocesos.

Descubrir que tenemos esta actividad, esa tensión interior hacia alguna meta en concreto, ese empuje hacia algo, no es nada fácil, cuando lo descubrimos y valoramos convenientemente, nos da una tranquilidad y un consuelo importante.

Cada etapa de la vida en que nos hallemos tiene una serie de valores propios. Su valor no debe ser confrontado con los valores de otra etapa, sino que hay que perseguir y conseguir las metas propias desde y en la etapa que nos encontremos. Lo más importante es la actitud ética que la persona debe adoptar en cada fase de la vida y la realización de ella que ha de llevar a cabo.

La vida tiene unos principios básicos, que deben regular el desarrollo adecuado de la existencia de una persona. Romano Guardini supera la creencia de considerar como únicos atributos positivos de la vida la energía juvenil, la capacidad de acción intensa, el poder de dominio y el disfrute biológico.

Pero hay que ver en cada etapa de la vida la existencia entera y total de la persona, tener una visión “holística” de la vida, que conlleva realizar la exigencia de sentido, la vocación y la misión que cada uno elige hacer.

Las etapas de la vida son diferentes e independientes unas de otras, tienen sentido por sí mismas, aunque cada una sirve también de preparación para la siguiente, pues es toda la persona la que recorre este trayecto de desarrollo y evolución. Este desarrollo es a la vez biológico, psicológico y personal. Las experiencias propias adquiridas de aprendizaje en cada etapa se van acumulando y van enriqueciendo a la persona. 

El paso por las distintas etapas de la vida permitirá ver por experiencia propia la articulación interna del proceso vital.

El valor importante de la existencia humana es la posibilidad de crear vínculos, vinculaciones con otros, establecer relaciones de amistad, desarrollar ámbitos de convivencia.

El hombre crece biológicamente y se desarrolla según su personalidad en todo momento. El hombre es “un ser de encuentro”, se desarrolla abriéndose a otros y creando campos de juego y relaciones de encuentro.

Cada nueva etapa de la vida va precedida de una crisis.

La verdad de cada persona consiste en buscar el bien y lo positivo en toda circunstancia.

En la vida importa menos la cantidad de años vividos que la intensidad con que son vividos.

Lo pasajero y lo eterno en la vida

Todos sentimos y nos damos cuenta que muchas cosas en la vida son pasajeras y que las cosas cambian constantemente, pero advertimos, nos damos cuenta también, cada vez con mayor claridad, que hay algo que no pasa, algo que es eterno.

El diccionario define eterno como “lo que no puede ser medido por el tiempo, que no tiene principio ni fin”.

Las cosas pasajeras son las que duran relativamente poco tiempo. Una cosa finita es la que tiene fin o límite en el espacio, y por tanto puede ser numerada o medida. Completa el diccionario que la mente del hombre es constitutivamente finita e histórica.

Lo pasajero en la vida se acepta sin dificultad, no presenta dudas a la gente. Lo eterno no está en relación con lo biológico de la vida, sino con la persona. Lo eterno no suprime a la persona, aunque haya continuación indefinida, sino que le da sentido, la llena de sentido.