La vida en crisis
Con las
crisis estamos inquietos pero inactivos, pues una autentica acción de la
persona no es posible, en las crisis no vemos nada claro, dudamos.
Ha sido el
filósofo español Ortega y Gasset el que ha afirmado que en las crisis hay falta
de creencias y sobreabundancia de ideas, demasiadas ideas. Las creencias son
aquellas verdades en las que confiamos ciegamente, estamos seguros, vivimos en
ellas completamente entregados. Y en tiempos de crisis comienzan a
resquebrajarse y no aumentan sino que disminuyen. Con ello nos está fallando la
realidad, el mundo en que vivíamos, que creíamos un mundo seguro, empezamos a
verlo inseguro, con fantasías inseguras. Con lo cual nos estancamos, dudamos,
no vemos claro nuestro proyecto de acción, nuestro porvenir y no tiramos
adelante, en consecuencia estamos inquietos y sufrimos en soledad.
No es de
extrañar así las cosas que la prensa haya mostrado que entre marzo y
junio un 42% de trabajadores ha sufrido ansiedad, irritabilidad coincidiendo
con el estado de confinamiento y estado de alarma en España por la pandemia
provocada por el coronavirus.
Ante todo
esto, nos preguntamos ¿dónde queda la voluntad del hombre de vivir
animosamente hacia el futuro?. En los tiempos que vivimos y por
múltiples razones se puede constatar fácilmente, que no todos vivirán su vida
con ánimo, con alegría, con ganas hacia el futuro. Las crisis
también traen entre otras cosas falta de esperanza o crisis de
esperanza.
La esperanza
significa, entre otros sentidos de la palabra, un estado de ánimo en el
cual se nos presenta como posible lo que deseamos. Sea la cosa deseada
que sea, creemos que la vamos a conseguir, que la vamos alcanzar. Pero no
siempre ocurre así.
No podemos
vivir sin esperanza. Es
imposible. No pueden las personas vivir sin esperar algo, incluso los
desesperados o desesperanzados.
Pedro Laín
Entralgo ha estudiado brillantemente el tema de la esperanza en un libro La
espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano en el año
1956, publicado en la editorial Revista de Occidente. En 1993
escribe Esperanza en tiempo de crisis, libro publicado en la
editorial Círculo de lectores. Estudia aquí el tema de la esperanza en Unamuno,
Ortega, Jaspers, Bloch, Marañón, Heidegger, Zubiri, Sartre, Moltmann. Pedro
Laín es el gran teórico de la esperanza y elabora una brillante teoría sobre la
esperanza.
Haciendo una
gran síntesis de la teoría de la esperanza que defiende Pedro Laín diremos que:
es una teoría general de la esperanza, pero no es exclusivamente para los
cristianos, es válida para todos. Estos son los puntos principales.
Teoría de la
esperanza
-Todo lo
material, mineral, vegetal, animal, hombre, tiende al futuro aunque
de manera distinta.
-El animal
tiende a su futuro, pasando por nacimiento, crecimien to, madurez,
declinación y muerte, según fases y ritmos. Lo que el animal espera
está determinado por sus instintos y su situación.
-El
hombre tiende al futuro esperando algo, está condicionado por los
instintos y el campo perceptivo aunque no está condicionado totalmente. En esto
se diferencia del animal. La espera del hombre es a la vez suprainstintiva,
suprasituacional e indefinida. Es suprainstintiva porque espera más de
la estricta situación, es indefinida porque puede elegir entre muchas
posibilidades.
-La apertura
del hombre hacia el futuro requiere el proyecto, que implica el propósito
de alcanzar lo que se espera. El proyecto lleva dentro la pregunta (¿podré
realizarlo?).
-La pregunta
supone cierta menesterosidad, cierta carencia, la
persona no lo puede todo. En la pregunta late la posibilidad de una respuesta.
-Toda
pregunta sume al hombre en la angustia.
-La espera
de la persona puede ser confiada o desconfiada en
alcanzar la meta del proyecto. La seguridad en ello no puede ser total ni el
fracaso absoluto.
-Hay que
distinguir entre espera y esperanza. La
espera es expectativa ante el futuro en relación a un hecho
concreto (“te espero mañana”). La esperanza es la confianza
de la persona en la realización de sus posibilidades de ser en el futuro (“seré
médico”).
-El hombre
no puede vivir sin esperar algo, incluso el hombre más desesperanzado espera
algo.
-La persona
creyente tiene la esperanza o confianza de lograr la vida eterna, que se irá
concretando en expectativas y proyectos en la vida terrena.
-La espera
de las cosas concretas, así como la esperanza en la perduración eterna pueden
ser confiadas o desconfiadas.
-La
esperanza genuina o auténtica es la espera confiada en la
perduración eterna o el advenimiento de todo lo que hace posible el logro de lo
concreto.
-La angustia
es el temor a que tal perduración no ocurra jamás; es un temor sin
concreción.
-La actitud
del hombre hacia el futuro, es o puede ser preponderantemente esperanzada o
puede ser preponderantemente angustiosa.
-La
esperanza genuina o auténtica y la verdadera o auténtica desesperanza remiten
al futuro.
-El hombre
que consigue un bien aspira a un “siempre” frente
a el “nunca” y la muerte.
-La tensión
entre el “siempre” y el “nunca” es el
horizonte de la vida hacia el futuro.
La vida en crisis
La vida en
crisis se da con frecuencia en la vida personal y en la vida social. Se da
también después de un periodo mayor de tiempo la crisis histórica.
¿Cómo podría
clasificarse la crisis producida por la pandemia del coronavirus o covid 19?
Creemos que tiene parte de crisis histórica, parte de crisis social, parte de
crisis personal y con las notas de enfermedad y globalidad.
La
crisis sanitaria por la infección del coronavirus se ha convertido y ha
provocado una reacción de crisis en cadena: crisis sociales, crisis laborales,
crisis personales, crisis económicas, crisis políticas, crisis humanitarias. La
repercusión es de proporciones enormes, gigantescas. Ha paralizado en algunos momentos el 99% de actividades durante algunos meses en que las población quedaba confinada en sus casas.
Manifestaciones
de la vida en crisis
En primer
término es una vida cambiante y compleja.
Pedro Laín
ha señalado que en la vida en crisis conlleva:
-“Multiplicidad
de las vacilaciones ante lo que se piensa, se siente y se hace, y carácter
falsamente resolutivo de las varias salidas que la vacilación suele tener”.
-“Desorientación
y confusión en la mayor parte de los hombres cultos, que en algunos pueden
hacerse angustia, exasperación, desesperación o simple amargura. No pocos
vivieron así en el cabo terminal de la Edad Media, y así han vivido no pocos a
lo largo del siglo XX”.
-“Indiferencia
ante lo histórico que en modo alguno excluye el hedonismo ante lo inmediato”.
De esta
crisis sanitaria causada por el coronavirus ¿qué cambios de vida nos traerá,
qué nos obligará a hacer diferente?. Esa es una de las preguntas que nos
hacemos ahora nosotros.