Las etapas de la vida de una persona son como se sabe: la niñez, la juventud, la madurez, la vejez. Son etapas, recorridos evolutivos o trayectorias vitales por las cuales transcurre la vida de toda persona.
No nos proponemos hacer una investigación psicológica, ni
sociológica, ni pedagógica de estas etapas, sino más bien mostrar actitudes
éticas, que todo ser humano debe necesariamente adoptar porque de lo contrario perjudica
su desarrollo, se estanca o retrocede.
Todo hombre entendido como persona tiene la capacidad de
poder dar a cada fase o etapa de su vida una realización de la tarea propia de
la etapa en que se encuentre y darle también un estilo personal. Tener la
capacidad de realizar una actividad no quiere decir que todos de hecho la realicen.
Si no se realiza esta actividad el desarrollo personal queda estancado,
deficitario, incompleto y las consecuencias de ello no se hacen esperar.
Cada etapa de la vida tiene su valor propio, tiene una
significación peculiar y no depende su importancia de otra etapa que se
considere modélica. Con lo cual no tiene más valor una etapa que otra. Así la
etapa infantil no se puede considerar solo como una preparación de la etapa
juvenil, ni la etapa juvenil como una preparación exclusivamente hacia la
madurez.
Para muchos autores entre ellos Romano Guardini, cada
momento de la vida está enriquecido por el conjunto de todos los momentos ya
vividos: las obras realizadas, las metas perseguidas, el amor dispensado
y recibido, los vínculos creados, los aprendizajes conseguidos. El ser
humano, es el mismo, pero no lo mismo en todos los
momentos de su vida. Es el mismo en el sentido activo de quien se halla
realizando su vocación y su misión.
En la vida, la persona no está quieta e inmóvil todo el
tiempo, sino que está activa, moviéndose, con tensión interior en cada
instante, aunque tengamos periodos de baja tensión o de baja autoestima. Esta actividad interior de la persona pasará
por las etapas de niñez, juventud, madurez y vejez. En estas etapas las
personas avanzan, crecen, evolucionan con su cuerpo y con su mente, con
un movimiento continuo e intencionado hasta el final de la vida, aunque
también pueden ocurrir estancamientos y retrocesos.
Descubrir que tenemos esta actividad, esa tensión
interior hacia alguna meta en concreto, ese empuje hacia algo, no es nada
fácil, cuando lo descubrimos y valoramos convenientemente, nos da una tranquilidad
y un consuelo importante.
Cada etapa de la vida en que nos hallemos tiene una serie de
valores propios. Su valor no debe ser confrontado con los valores de otra
etapa, sino que hay que perseguir y conseguir las metas propias desde y en la
etapa que nos encontremos. Lo más importante es la actitud ética que la
persona debe adoptar en cada fase de la vida y la realización de ella
que ha de llevar a cabo.
La vida tiene unos principios básicos, que deben regular el
desarrollo adecuado de la existencia de una persona. Romano Guardini supera la
creencia de considerar como únicos atributos positivos de la vida la energía
juvenil, la capacidad de acción intensa, el poder de dominio y el disfrute biológico.
Pero hay que ver en cada etapa de la vida la existencia
entera y total de la persona, tener una visión “holística” de la vida,
que conlleva realizar la exigencia de sentido, la vocación y la misión que cada
uno elige hacer.
Las etapas de la vida son diferentes e independientes unas
de otras, tienen sentido por sí mismas, aunque cada una sirve también de
preparación para la siguiente, pues es toda la persona la que recorre este
trayecto de desarrollo y evolución. Este desarrollo es a la vez biológico,
psicológico y personal. Las experiencias propias adquiridas de
aprendizaje en cada etapa se van acumulando y van enriqueciendo a la
persona.
El paso por las distintas etapas de la vida permitirá ver
por experiencia propia la articulación interna del proceso vital.
El valor importante de la existencia humana es la
posibilidad de crear vínculos, vinculaciones con otros, establecer
relaciones de amistad, desarrollar ámbitos de convivencia.
El hombre crece biológicamente y se desarrolla según su
personalidad en todo momento. El hombre es “un ser de encuentro”, se
desarrolla abriéndose a otros y creando campos de juego y relaciones de
encuentro.
Cada nueva etapa de la vida va precedida de una crisis.
En la vida importa menos la cantidad de años vividos
que la intensidad con que son vividos.
Lo pasajero y lo eterno en la vida
Todos sentimos y nos damos cuenta que muchas cosas en la
vida son pasajeras y que las cosas cambian constantemente, pero advertimos,
nos damos cuenta también, cada vez con mayor claridad, que hay algo que no
pasa, algo que es eterno.
El diccionario define eterno como “lo que no puede ser
medido por el tiempo, que no tiene principio ni fin”.
Las cosas pasajeras son las que duran relativamente poco
tiempo. Una cosa finita es la que tiene fin o límite en el espacio, y
por tanto puede ser numerada o medida. Completa el diccionario que la
mente del hombre es constitutivamente finita e histórica.
Lo pasajero en la vida se acepta sin dificultad, no presenta
dudas a la gente. Lo eterno no está en relación con lo biológico de la vida,
sino con la persona. Lo eterno no suprime a la persona, aunque haya
continuación indefinida, sino que le da sentido, la llena de sentido.
Nuevamente felicito al Dr. Roger Garzón por su incansable labor creativa y divulgativa, que siempre ilustra a jóvenes y no tan jóvenes.. Animo, y a seguir en esa linea. ÁNGEL PEREZ BONMATÍ
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