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viernes, 8 de marzo de 2019

Carta de Dios para tí (I)


                          
 Un joven de la ciudad y de nuestros días, que podría ser cualquiera de nosotros,  soñaba una fría noche de invierno que Dios le hablaba. Era pobre, no había destacado en nada y había fracasado en todo lo que se había propuesto. Había fracasado en el trabajo por su falta de disciplina y de carácter, en el amor por no saber abrirse a los demás, en las relaciones con su familia porque no le comprendían.

Y mientras soñaba,  Dios le decía estas cosas: 
“Anímate y tira  adelante porque tú eres mi obra. Eres fuerte, capaz, inteligente y estás lleno de talentos. Ilusiónate pues, reconócete, acéptate y camina hacia adelante, aunque sea a pequeños pasos.

Y piensa que desde este mismo momento puedes cambiar tu vida si te lo propones y te lo impones y no lo dejas pasar como  tantísimas veces. Lo primero que debes hacer es llenarte de entusiasmo, de ganas, de alegría y abandonar tu tristeza, tu gran tristeza y todos tus miedos porque Yo estoy contigo y voy contigo.

No temas comenzar una nueva vida, quítate todas las dudas y sigue siempre adelante porque eres libre. Está en tu poder no encadenarte a cosas ni a personas y sé que no es fácil, pero Yo te creé con la capacidad para que no te destruyeras.

No renuncies a lo mejor aunque sea costoso, sigue adelante, la peor derrota es perder el entusiasmo, la ilusión por la vida. No lo olvides”.

El joven despertó porque la luz del día daba ya en su ventana y empezó a comprender por qué el cristiano debe estar alegre aun dentro de las grandes tristezas de la vida. La razón es sencilla aunque no se vea por qué Dios nos ama.


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