El
20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad
Resumen
de prensa
¿Pero
somos realmente felices?
Ser feliz
es un concepto tan relativo como complicado. Si nos preguntamos realmente qué
es ser feliz, cada persona responderá algo distinto. Y es que para
alcanzar la felicidad hay un camino para
cada individuo, dependiendo de
cuáles sean sus aspiraciones. Hay para quien la felicidad es tener salud,
vivir en pareja o tener una familia y hay para quien supone tener mucho dinero,
un buen trabajo o éxito profesional. Todo es relativo y todo es respetable
porque como se suele decir, hay para todos los gustos.
Sin embargo, los
estudios revelan que hay un importante porcentaje de la población que no se
considera feliz. Una sensación en la que intervienen numerosos
factores de los que la frustración es uno de los más notorios.
Y es que, ¿acaso sabemos hacer frente a la frustración? Seguramente la mayoría
responda que no. Pese a ser una de las emociones más comunes, no sabemos
controlarla y por consiguiente, tenemos una baja tolerancia a ella.
Las expectativas no alcanzadas son el principal motor de esta frustración, que nos impide alcanzar la felicidad. Sin embargo disfrutamos de otras cosas que, pese a no figurar de forma consciente en el listado de nuestros objetivos a alcanzar, sí son logros que deberían hacernos sentir bien.
Las expectativas no alcanzadas son el principal motor de esta frustración, que nos impide alcanzar la felicidad. Sin embargo disfrutamos de otras cosas que, pese a no figurar de forma consciente en el listado de nuestros objetivos a alcanzar, sí son logros que deberían hacernos sentir bien.
Normalmente la frustración está
más presente en personas que necesitan tener todo bajo control y que en algún
momento sienten que no pueden hacerlo, pero también en personas incapaces de
soportar los momentos difíciles de la vida. Sin embargo, esto es algo que se
puede frenar y controlar. ¿Cómo? Con paciencia y poniendo en práctica las
siguientes cosas: Asumir que aunque deseemos que pase algo, no es una necesidad
y no tiene porqué realizarse inmediatamente; reconocer la frustración y
analizar el porqué de su aparición; asumir que hay cosas que se escapan a
nuestro control y que no pasa nada grave por ello; concienciarnos de que nadie
es perfecto, así que nosotros tampoco; y lo
más importante, tener paciencia.
Pero hay otros enemigos
que impiden alcanzar la felicidad o el bienestar emocional, y que no podemos perder de vista.
La psicóloga
clínica Marina Bassas Vivó, miembro de Top Doctors, los detalla:
Control emocional. Es
imprescindible saber gestionar las emociones, tomando conciencia de que las
personas somos mucho más que las diferentes emociones que experimentamos en
determinados momentos, y de esta forma, conseguir que las emociones no nos
esclavicen y dominen nuestra vida. Por ejemplo, cuando estamos enfadados y
sentimos ira destruimos y somos capaces de hacer cosas que en un estado de
relajación jamás hubiéramos hecho.
La ignorancia.
Las personas inteligentes se tratan bien a sí mismos y en consecuencia tratan
bien a los demás.
Los pensamientos
negativos o creencias limitadoras. Hay que
aprender a detectar los pensamientos automáticos de nuestra mente y no darles
crédito. Debemos observarnos a nosotros mismos y ser capaces de tomar conciencia
de estos pensamientos para bloquearlos y poder desarrollar unos pensamientos
nuevos que nos permitan vivir una vida más libre y creativa. Evitar
pensamientos como el del alumno que suspende matemáticas y piensa que jamás
será un buen estudiante. Si lo piensa se dará cuenta de que, aunque no valga
para las matemáticas, podrá valer en otras facetas de la vida. Por suerte no
todos valemos para lo mismo.
El miedo. Es
uno de los principales enemigos del ser humano, ya que nos paraliza. Cada vez
que lo sintamos, podemos preguntarnos ¿qué es lo peor que me podría pasar si me
atrevo a hacer aquello que deseo? Veremos que las consecuencias no son tan
catastróficas como nuestra mente nos hace creer. Si además decidimos pasar a la
acción, nos habremos dado el permiso de comprobar que rara vez se confirman
nuestros máximos temores y, además, pronto descubriremos que somos capaces. El
miedo se vence pasando a la acción y esto nos va a hacer que crezcamos en
autoestima.
No saber perdonar.
Debemos reconocer que todos, como seres humanos, podemos sentir y sentimos
pereza, celos, rabia u otras emociones destructivas. El primer acto para
mejorar pasa por el reconocimiento de dichas emociones y el perdón de las
mismas. Así el perdón al otro nos resultará mucho más fácil. Dejar de criticar
y juzgar ahorra mucha energía.
Aceptación.
Debemos intentar transformar y mejorar todo lo que depende de nosotros mismos y
aprender a aceptar las situaciones que llegan y que no depende de nosotros. Por
ejemplo aceptar una ruptura por parte de la otra persona. La aceptación siempre
entendida como un acto de madurez y no de resignación.
Reconocer las voces del
EGO y la conciencia (al ángel y al demonio) Debemos
aprender a reconocer a estas dos voces y saber desde donde queremos responder ante la circunstancia,
desde nuestros instintos más básicos o desde los valores más elevados: como la
misericordia o la empatía. Es una decisión personal.
Todos los expertos
coinciden en que para ser felices tenemos que cambiar desde dentro. Un proceso largo
y a veces complicado que empieza por eliminar la negatividad de
nuestro interior y comenzar a ver las partes positivas de cada situación. A
veces, abandonar la zona de confort
y enfrentarse a los miedos puede ser el comienzo
de este camino hacia el bienestar emocional.
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