La vida no está lejos o fuera, sino dentro y aquí. ¿Por qué…? La explicación es larga y no fácil.
Lo primero en que podemos caer en la cuenta es que hay principalmente dos tipos de personas en la vida: La persona predominantemente exterior y la persona predominantemente interior, suele llamarse también el hombre exterior y el hombre interior. Nadie es totalmente exterior también tiene algo de interior y al revés nadie es una persona totalmente interior tiene algo de persona exterior. En esto hay muchos grados y matices.
Las características de la persona exterior son: La persona exterior vive influenciada o prácticamente absorbida por acontecimientos exteriores a ella, hace lo que los otros hacen, sin ninguna crítica, sigue a la masa de gente, sigue las modas, busca como tantos otros el placer, la diversión, la comodidad, no tiene quietud, no decide totalmente en su vida. Deciden las circunstancias exteriores.
La persona predominantemente interior no es dominada por los acontecimientos exteriores, sino que sigue sus criterios y toma decisiones propias, ante todo. No sigue modas del momento. Sus decisiones tienen un objetivo que obedece a un proyecto de vida, decidido libremente por él. Se educa con herramientas de constancia, perseverancia, paciencia, acepta y se enfrenta a los contratiempos, intenta superar sus errores. Valora la soledad y el silencio interior. Si es religioso se abre a la oración y a la práctica de la religión de una forma sencilla y constante.
La gran dificultad en la vida de la persona exterior es que tarde o temprano su vida no le llena a él mismo, no le gusta y cae en el vacío. Es el yo superficial. Está atrapado por lo pasajero. No hay en su vida nada estable y por tanto carece de identidad, de algo propio. Por seguir en todo a los demás no tiene nada propio que se diferencie de ellos. Lo efímero y lo pasajero pueden tener mucho encanto, pero no duran, son ríos pasajeros.
Pero la vida buena es la que construye la persona interior con conocimiento, con solidez, con estabilidad dentro de unas circunstancias adversas y móviles. Es el yo profundo. Es la interioridad, buscando en ese interior, dentro del corazón de la persona, que nos llevará a un centro que nos dará estabilidad y donde podemos abrir allí una posibilidad de relación amorosa, que implica hacer experiencia de dar y recibir libremente. Para esto es necesario que haya personas, pues sólo ellas tienen consciencia y libertad. Sólo pueden amarse las personas. Lo mejor de nosotros mismos es nuestra capacidad de amar. Hay en la vida también fidelidades para siempre.
Son muchos los que con comparan la vida con un mar agitado, con una mala mar, que puede hacer naufragar nuestra barquichuela con facilidad. Las olas son nuestros estados de ánimo, nuestras circunstancias que suben y bajan que nos intranquilizan, nos desconciertan o nos desestabilizan.
Dicen algunos que sólo tenemos en nuestras manos el presente, el tiempo presente, el ahora, para poder trabajar, para poder construir. Es cierto en parte. Pero el presente es la confluencia del pasado y del futuro, sin estas dimensiones temporales no hay un verdadero presente.
La vida no está lejos ni fuera, sino dentro y aquí, que quiere decir que la vida buena, la mejor que puedes tener tú está dentro de ti y puedes vivirla inmediatamente aquí y ahora.
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